Hay tardes de silencio y nubes grises.

Tardes que envuelven las siluetas,

tardes con sabor a madre

y serenidad de niñas dóciles y dulces.

Tardes que engendran lluvias

y se tragan las penas levitantes.

hay tardes en que salen las palabras

para los seres que partieron invisibles,

hasta el paraíso de pétalo y de rosa.

El reloj marca las horas enquistadas

en esas tardes de conversaciones de musgo

y sus agujas se incrustan en la manos

y el tiempo de la piel agita los recuerdos

en la ondulación del humo

y de la leña.

Entre este aquí y aquél allá,

la distancia insomne se derrite

y pega los espacios y los tiempos,

en un crepitar de las consciencias

escrupulosas, verdes y sentidas.

Y los parques y los lirios y las notas

esconden la memoria atrincherada

bajo una veranera sonriente y sosegada

en tardes grises de siluetas

con sabor a madre

y la serenidad de las niñas, dóciles y dulces