Los golfistas y tenistas fuera de la élite altamente competitiva creemos en los milagros, por ejemplo, querer jugar bien jugando solo los fines de semana.

Debo informar que ocurren milagros, menos para ganar torneos en campos de golf o canchas de tenis jugando a un nível de excelencia. Es fácil constatar la falta de milagros al escuchar a todos los campeones referirse a sus entrenadores, las largas horas en el gimnasio, en el putting green, en el paredón.

La fórmula no milagrosa para ganar torneos es simple: mucho entrenamiento, mucha preparación física y mental, mucha perseverancia, un toque de concentración y determinación y, si lo tienes, todo el talento posible.

En las categorias de aficionados fuera de los que buscan el profesionalismo, ganar está entre las posibilidades. La victória puede llegar en una tarde inspirada, con concentración, esfuerzo y suerte. No es un milagro y si lo sería de haber jugado a un nivel de excelencia sin entrenamiento.

En el segmento de alta competición, solo la fórmula explicada anteriormente funciona. Esta nueva generación de aficionados de élite y profesionales altamente competitivos cree poco o nada en los milagros.

Creen en el milagro del conocimiento, de estudiar las mejores técnicas. Creen en los instructores, en los maestros que estudian, trabajan y dejan que los milagros sean realizados por aquellos detentores de ese derecho divino.

El talento es solo una pequeña parte del éxito, el resto es sudor. La alegria en el deporte aficionado reside en conocer nuestros limites y alcanzarlos cuando sea posible.