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Poncho de tres colores - Rainer Pimstein

04/06/2021 00:00




­Poncho de tres colores

Por Rainer Pimstein **

En el altiplano boliviano, cercano a una quebrada, entre rocas y volcanes, en un rancho de piedra y barro, vivía una mujer sola, curtida por el frio, que criaba 30 llamas. A cada una de ellas las llamaba por su nombre y las iba enumerando cuando volvían al corral.

Ella conocía las quebradas donde había pasto y agua cristalina; allá las llevaba por la mañana, las dejaba pastar, tomar agua y por la tarde las traía al corral.

Su vida era aparentemente monótona, pero también sembraba. Su espacio de siembra tenia papas, zanahoria, repollo, quínoa, ajo, perejil y cilantro, además dos perales que habían nacido de unas semillas que había guardado en un bolsillo en tiempos de carnaval.

Cuando el tiempo estaba borrascoso, dejaba el rebaño en el corral y se dedicaba a ordeñar las llamas paridas y hacia queso que después ahumaba y guardaba para los tiempos de invierno.

En tiempo de verano, sacrificaba dos llamas, salaba su carne a la sombra, luego la ahumaba, y asi mantenía una reserva para el año.
Cuando llegaba por las tardes se aseaba y ponía a calentar un mate en el fogón, salía con su mate a las afueras de la casa a observar la despedida del sol; mientras tanto meditaba: me siento bien porque cumplí, eso le producía satisfacción, sin embargo, a medida que se oscurecía, le bajaba una nostalgia que combatía nombrando e imaginándose que sueños tenia cada una de las llamas a su cuidado, como una muchachita jugando con sus muñecas. 

Las imaginaba saltando, haciendo cabriolas, yendo a la escuela, juntándose con un compañero, paseando por castillos perdidos en la montaña?

Un invierno, que había nevado, las llamas se apiñaban unas con otras para soportar el frio. Ella les había hecho un techo improvisado con las ramas de peral y unas esterillas que había tejido para no pisar el suelo desnudo al interior de la vivienda. Después de despedirse de sus llamas, como un rito sagrado diario, en el corral; se metió al rancho a descansar. 

Antes de ponerse a dormir, avivo el fuego para tomarse un mate de coca. Estaba disfrutando el mate, cuando escucho una voz y un golpe en la puerta. Ella estaba muy sorprendida porque sus vecinos cercanos estaban a más de 10 Km de distancia.

Eran pasadas las 8 de la noche, estaba completamente oscuro, solo se apreciaba el resplandor de la luna en la planicie nevada

A pesar que la voz no era conocida, abrió la puerta. El hombre le dijo: disculpe que la moleste a esta hora, es que ando tras de un piño de ganado y buscando por las quebradas se me hizo tarde y con la nieve, todos los sitios parecen iguales. Estoy empapado y completamente perdido, si puede alojarme hasta mañana, pediré por Ud. a la virgencita y a los santos del firmamento; así decía mi madrecita para agradecer un favor recibido. 

Pase adelante, le dijo ella, que todavía está nevando. - Siéntese aquí cerca del fogón y páseme el poncho de tres colores para ponerlo a secar. Le voy a calentar un poco de sopa para que se le pase el frio. 

- Gracias, no me merezco tantas atenciones, pero si me gustaría saber dónde estamos. Ella con el afán de atenderlo, le dijo: aquí estamos en la quebrada Pan de Azúcar. - No pensé que estaría tan lejos, yo vengo de El Moralito - Yo tengo una tía que vive por allá, se llama Alida Monsalve; dijo ella. El, sorprendido, dijo: No puede ser, ella es hermana de mi madre, mi 2º apellido es Monsalve. Entonces, ella dijo: aunque no nos conocemos de antes, tal vez seamos primos. - Si prima dijo él, sonriendo.

Al entrar en confianza y ella al verlo todavía entumido, le tomo las manos y las aprecio frías por fuera y cálidas por dentro, y le dijo: primo, tómese la sopa para que entre en calor. El primo ansioso comenzó a cucharear la fuente y dijo: esto está para levantar muertos. Cuando termino la sopa era un hombre nuevo.

- Lo único malo primo, es que aquí hay una sola cama y Ud. tendrá que sacrificarse y dormir conmigo. - Como Ud. diga prima, voy camino al sacrificio.

Se fueron juntos a la cama, ambos comprendían a lo que iban, ella a falta de un hombre por tiempo prolongado, le dijo - llevame al cielo poco a poco, el contesto: como digas prima y comenzó a acariciarla de pies a cabeza, ella cerró los ojos y se dejo llevar por ese cálido contacto.

Con el entusiasmo, después de un rato estaban enlazados como dos amantes que llevan tiempo sin verse; así continuaron hasta el amanecer, finalmente, dormidos se quedaron uno en los brazos del otro, olvidándose por completo de la tormenta de nieve que les había permitido acercarse.

Por la mañana, el día amaneció hermoso y él le dijo, tengo que irme a encontrar ese ganado, ella le dijo: desayuna y después te vas, caballito mío. - Tú fuiste como una potranquita enloquecida, gracias por darme tanto placer, primita.

Después que desayunaron, el se dispuso a irse, le dio un beso de despedida, ella le dijo, ven cuando puedas, que no se te olvide el poncho; no, dijo él, te lo dejo de recuerdo; ella le dijo: te lo cambio por esta piel de llama por si te toca dormir en el monte; bueno va el cambio, dijo él.
 
Al paso de los meses, como recuerdo de esa noche nevada, ella dio a luz un bello varoncito, que la acompañaba a todos lados, amarrado a la espalda, con la manta de su madre.

El varón, en el caminar con su madre, aprendió todo el oficio del pastoreo y la siembra; así siguió creciendo y aprendiendo a vivir en ese altiplano, dominado por salares, lagunas y volcanes. A los 14 años, ya convertido en un hombre, le dijo a su madre, voy a buscar a mi padre. Ella le dijo donde encontrarlo. Se despidieron con un beso.
 
 la distancia, se veía una llama cargada, jalada de una cuerda por un hombre, vestido con un poncho de tres colores.
                             ,
** Rainer Pimstein - Ingeniero forestal chileno - Exprofesor universitario en Venezuela

 Pintura de llamas  - Rodrigo Gonzalez Velasquez





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