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El paraguas búlgaro - Guillermo Piernes

29/08/2021 00:00




E­l paraguas búlgaro
Por Guillermo Piernes **

El metódico exministro cenaba todos los jueves con dos antiguos socios en el mismo restaurante, al que llegaba puntualmente a las 20:45h.

Era la oportunidad de revisar nuevos negocios y contar los viajes alucinantes, única razón para cancelar la cena de algún jueves.

Esa noche en el verano de São Paulo, acababa de caer una lluvia rápida, como la mayoría de las noches tropicales después de un día de altas temperaturas.

Nadie le prestó atención al joven de cabello castaño corto y ropa discreta que caminaba lentamente portando un paraguas negro cerrado. Nadie tampoco sabía que era tan metódico como el exministro, ingeniero mecánico y activista ambiental. Igualmente que su hermano gemelo era uno de los mejores químicos del mundo.

Dos meses antes de esa noche lluviosa, Daniel tuvo una curiosa conversación con su hermano gemelo.
-- Necesito algunos de los venenos más potentes preparados con sustancias naturales en una pasta semilíquida.
-- ¿Estás loco...? ¿Te vas a suicidar ...?
-- No es nada de eso. Tendrá otro uso y te pido que no vuelvas a preguntar nada al respecto. Es muy importante. Tienes que creerme. Prepara eso sin hablar con nadie. Solo puedo decirte esto, es todo.
-- Te quiero hermano más que nada pero es muy peligroso lidiar con sustancias tan tóxicas como pretendes.
-- ¿Vas o no ayudarme... ?

Un mes después de la conversación, Daniel recibió una pequeña botella oscura de su hermano.

Utilizó una mascarilla de tela, protector de plástico y guantes quirúrgicos durante la operación para rellenar cinco bolas metálicas de dos milímetros de diámetro con agujeros prácticamente invisibles a simple vista. Tras revisar su trabajo con uma lupa, introdujo una de las bolas en un pequeño tubo dentro del artilugio con aire altamente comprimido que había desarrollado con paciencia y mucho conocimiento.

El dispositivo terminaba conectado a un caño delgado de acero que había reemplazado a la varilla del paraguas.

No había sido idea suya. La técnica llamada paraguas búlgaro se utilizó para asesinar en Londres al disidente búlgaro Georgi Markov, que trabajaba para la BBC. Marcov recibió la carga de veneno en un muslo, falleciendo tres días en un hospital.

Le dijo a los médicos que cuando sintió un dolor agudo en la pierna, vio un hombre con un paraguas alejarse de la escena. El ataque fue exactamente un 7 de setiembre de 1978...Siete de Setiembre, Dia de la Independencia de Brasil.

Cuando el auto del exministro estuvo a pocos metros del estacionamiento del restaurante, Daniel sincronizó sus pasos para acercarse en el momento en que se abriría la puerta.

El exministro pareció algo ansioso antes de bajar del auto. En unos minutos más, se enteraría del monto de la gratitud monetaria que recibiría de un gran exportador de madera noble en un área de conservación.

Daniel parecía muy tranquilo. Había ensayado mentalmente la operación muchas veces. Cerca de la puerta del restaurante, inclino su paraguas a un par de metros del exministro que acababa de salir del coche. Apretó el gatillo del silencioso artilugio del paraguas.

La diminuta esfera metálica penetró en el cuello del exministro, quien tambaleó por el agudo dolor. Alivió en cinco segundos. Cuando tocó un punto duro cerca del cuello de su camisa, estaba seguro de que lo había picado una avispa, con el aguijón aun bajo la piel. En lugar de la picadura de la avispa estaba el proyectil microscópico cargado con ricina, batracotoxina y miotoxina, tres de las neurotoxinas más letales.

Se equivocó al pensar que era una avispa. Se equivocó al despreciar los estudios que mostraban que la selva amazónica en pie significa una ganancia infinitamente mayor que la devastación de la flora y la fauna. Se equivocó al asumir que sería apenas otro caso de un pequeño escándalo y total impunidad.

Dio siete pasos vacilantes para entrar al restaurante. Ya equilibrado y con solo una punzada de dolor llegó a la mesa y saludó a sus compañeros que notaron que estaba pálido. Explicó que lo había picado una avispa en la 
entrada del restaurante.

Uno de los socios llamó al camarero para ordenar. Como entrada, escargots y foie gras y luego medaillon de lagoste en terrine. Para acompañar un Château La Grave Figeac 2014, corte armonioso 65% Merlot y 35% Cabernet Franc. Le pidieron al camarero que no tuviera prisa por servir el postre habitual, para degustar y charlar un rato más.

Cuando llegó la crepe Suzette, el exministro sintió que el corazón se le aceleraba y un poco de fiebre. Las dos botellas de vino consumidas en la mesa fueron injustamente culpadas por las molestias. El experimentado maitre flameó magistralmente el postre. La llama se reflejo en las copas de vino.

Fue su última visión. Se derrumbó a los pies del maitre. Con su habitual elegancia, chasqueó los dedos indicando al camarero que ayudara al hombre tendido de bruces.

Un abogado que estaba cenando con un colega llamó a una ambulancia por su teléfono celular. Una pareja curiosa dejó el champán intacto para observar de cerca al hombre aparentemente inconsciente. Tres minutos después, todos los clientes y camareros rodearon al hombre que necesitaba ayuda urgente porque había sufrido un aparente infarto.

La ambulancia tardó 10 minutos en llegar al lugar. Los enfermeros intentaron que el corazón volviera a latir con masajes en el pecho. Lo intentaron, lo intentaron, lo intentaron.

Daniel no vio nada de esto. Después de aplicar la técnica del paraguas búlgaro, continuó caminando y balanceando suavemente el paraguas. Se dirigió a la Avenida Paulista. En la amplia acera pensó que había intentado matar a un ser humano.

"Sí, un ser humano. Sí, un ser humano que hizo poco o nada por la preservación de la región y sus 40.000 especies de plantas, 400 de mamíferos, 1.300 de aves y 3.000 especies de peces. Tampoco ante la pérdida del 50% de la selva amazónica en el último medio siglo", se justificó. 

Tampoco por el ritmo de devastación de los últimos años, con el equivalente a 40 campos de fútbol por minuto. Y no hizo nada para proteger a los 180 pueblos indígenas sobrevivientes en la Amazonía. Un ser humano competente para desmantelar la fiscalización y anular sanciones a los empresarios madereros, ganaderos y productores de soya que trabajaban en la zona con el lucro por arriba de todos los demás valores, incluso la vida de otros seres humanos, flora y fauna.

¿Quién le había dado la autoridad para tomar la justicia por su propia mano?, se preguntó. "Yo",  se respondió. Estuvo a punto de tararear "... no ... no existe pecado al sur del ecuador ... ",  pero se callo.  "La justicia no se celebra, quien se atreve la aplica", pensó.

Caminó más de un kilómetro por la Avenida Paulista hasta que encontró un taxi. Entró al vehículo e indicó un destino a 10 minutos del centro. Bajó la ventanilla para sentir la brisa nocturna.

** Guillermo Piernes, periodista y escritor. Autor de Comunicación y Desintegración en América Latina.
Pintura Rain de Bill Smith




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