Contos
Cuentos
19/05/2023 00:00
Estos viejitos son mios
De Rainer Pimstein**
En los albores de 1900, vivía en Kingston, Jamaica, un matrimonio con 3 hijos, el esposo era músico y pasaba más tiempo fuera, que en la propia casa. Pasaba tocando en bares y clubs nocturnos. Sin embargo le enseño música y canto a sus 3 muchachos. Por incumplimiento en el hogar, la madre lo expulso de la casa. La madre a pesar de sus limitaciones económicas, le dio buena educación a sus hijos.
Luego que el menor había cumplido los 20 años, los 3 hijos decidieron partir juntos a buscar un mejorfuturo. No tenían mayor experiencia, pero habían creado un trió musical, que poco a poco, se iba dando a conocer. Dos de ellos tocaban la guitarra y el más pequeño cantaba y tocaba la armónica.
La madre los bendijo y los despidió, con cariño; a pesar de que sabía que quedaba sola para enfrentar el mundo.
La madre, una mujer sin miedos, se puso a vender comida en la calle. Como era buena cocinera, la comida le quedaba sabrosa. Las primeras veces, no lograba vender todos los platos de comida y lo que le sobraba, lo regalaba a personajes callejeros que ella veía que necesitaban. Ella había logrado montar un kiosquito y después de las 7 de la noche, comenzaban a aparecer los viejitos que se supone deambulaban por la ciudad durante el día, ofreciéndose para hacer trabajos de limpieza, jardinería, plomería, reparar muebles dañados, hacer mandados o incluso contar cuentos para entretener niños, pasear perros; o, lo que les pidieran, que ellos pudieran realizar.
Con el éxito en las ventas y una que otra madera, puerta o ventana, traída por los viejitos, el kiosco se fue remozando, hasta parecerse a un acogedor Restaurant callejero.
Lo bueno era que, en la noche, cuando se juntaban 3 a 4 viejos, compartiendo la misma mesa, contaban interesantes historias de sus vidas, que entretenían mucho a la mujer, que a veces participaba en las conversaciones, dando sus opiniones. Lo bueno era que se formaban ricas tertulias entre todos, aportando cada uno su experiencia y sabiduría. Así los ancianos todos los días vivían una alegría y la mujer nunca se sentía sola.
Una cosa que le ocurría era que cuando mas comida le pedían, más comida quedaba en la olla, para sus viejitos; por eso a la olla le decían ?la marmita encantada?.
Ella no les cobraba la comida, pero les tenía una caja metálica donde ellos aportaban lo que pudieran, lo bueno era que la caja siempre tenía dinero, que podía ser utilizado por cualquiera de ellos, por si le tocaba pagar transporte para un trabajo en un lugar más alejado.
Una noche uno de los viejitos llamado Lucien, conto: mis padres eran ingleses y trabajaban en la Administración de uno de los centrales azucareros de Barbados, mi padre se llamaba William y mi madre Catherine, también había plantaciones de caña de azúcar. En las plantaciones y los centrales azucareros trabajaban más de 3000 esclavos, negros africanos, que eran gobernados por mayorales muy crueles.
Trabajaban 18 horas al día. Los que se ponían rebeldes o no cumplían con las tareas encomendadas, les daban latigazos, los metían en el calabozo a pan y agua y si eran reincidentes lo montaban en un aparato de tortura que llamaban ?cepo? y con una manivela le estiraban el cuerpo, mientras la victima daba unos alaridos que se escuchaban en toda la isla.
El trato era tan despiadado que en 1867 los esclavos negros hicieron una insurrección y quemaron 41 Centrales Azucareros. El gobernador de la isla informo a Londres y le dijeron que sofocara la revuelta. A nosotros nos pasaron unos fusiles y nos dijeron que debíamos matar a los negros, que sino, ellos nos iban a matar a nosotros. Yo tenía amigos negros y afirme que no iba a matar a nadie; y por eso, me mandaron a trabajar al puerto. Yo no vi nada, pero uno que llego al puerto el día siguiente, dijo que las tropas inglesas habían matado a 900 esclavos. Cuando eso, yo tenía 25 años, me tuvieron 20 años trabajando en el puerto, después me vine aquí a Jamaica y trabaje 20 años en las minas de Bauxita. Y aquí me tiene, dando vueltas por las calles.
Luego hablo Tobías, tan viejito como el anterior, diciendo: Yo también vengo de Barbados, mis padres, Clara y Joshua eran esclavos, y fueron perseguidos cuando la insurrección, ellos se salvaron porque huyeron y se escondieron en la montaña. Después de unos meses, fueron descubiertos y los mandaron a la isla Trinidad donde había plantaciones y otros centrales azucareros de los ingleses. A mí me dejaron trabajando en la cocina del central con la negra Esther. Allí trabaje 18 años. Después me escape como polizonte en un barco; me sorprendieron y me dejaron en Cuba, allí trabaje en agricultura por 20 años, después anduve 2 años recorriendo islas del Caribe, hasta que llegue a Jamaica y aquí me quede.
Así eran las historias cada noche, algunas semejantes, otras diferentes, en lo que coincidían era que cada uno había vivido una vida intensa, antes de incorporarse a las calles de Jamaica.
** Rainer Pimstein: Catedrático, agrónomo forestal
* Pintura: Viejo pescador - Abadia de Monserrat
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