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Tú eres la culpable - Guillermo Piernes

01/09/2023 00:00




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Tú eres la culpable

De Guillermo Piernes ** 

La Luna Azul tuvo la culpa. El veterano con tanto kilometraje encontró la explicación a la mas catastrófica tentativa de su vida para conquistar una mujer.

Sin esa Luna Azul brillando tan cerca de la Tierra, el guerrero fogueado en cien batallas no habría cometido errores básicos en la lucha por dar y encontrar amor. 

La Luna Azul lo empujó, antes de dar un beso o vivir un romance, a abrir sin cualquier escudo, su corazón. Desastre completo. Derrota apabullante. Se justificaría de estar con 13 años cuando invitó a un helado a su vecinita tímida de trenzas rubias, balbuceando. El ahora tenia varias veces trece años.

En solo tres ocasiones a lo largo de su vida, habia pronunciado esas dos palabras que consideraba las mas sagradas de toda relación. O se siente o se calla. Mentir con esas dos palabras lo consideraba el peor pecado. Con esas dos palabras no se miente. Jamás. 

En el otoño de su vida, como las hojas de los árboles, esas dos palabras sagradas volaron al viento. O aún mas grave, ante la única y mas importante testigo, la mujer a quien desde mucho antes admiraba y ahora sabia que tanto amaba.

Estúpido, tonto, idiota, debil mental. No pudo encontrar la definición mas precisa. No fue por las dos dosis de whisky, que con su entrenado hígado, era refresco. Ni por la conversación espirituosa. Tampoco por la elegancia sensual de la anfitriona. Nada ni nadie lo obligó a esa confesión. Fue desnudar el alma, voluntariamente. Tal vez no. Estaba la Luna Azul, frente al balcón del apartamento decorado con el gusto depurado de la mujer con quien soñaba. 

Sin la Luna Azul hubiera hecho lo mismo. El lo sabía pero era buena excusa. Durante varios dias antes de aquella noche, su respiración fue larga, sus ojos lacrimosos, hasta algún suspiro disfrazado. Ridículo e irracional. Pero nada es más fuerte que la realidad. Así fue. Así era.

El pidió subir la escalera que lleva a la guillotina. El se coloco la cuerda al cuello montado en um banquillo. El ordenó al batallón "apuntar ... fuego". El derramó cicuta en la própia copa. El eligió saltar al vacío. Desnudó el alma. Se expuso. Se rindió. Sin pedir nada, ni clemencia.

Precisaba hacerlo. Era preferible a mentirse, a mentir o ocultar, para el eran sinonimos en ese caso. Ella reaccionó como esperaba. Lo escuchó, con comprensión y ternura. El se reprochó enseguida porque esa confesión podía ser para ella um fardo. No, no y no.

No quería que absolutamente nada pudiese herirla, siquiera uma pluma rozando su piel blanca. Nunca se perdonaría si sus ojos, vivaces y negros, derramasen una lágrima por el, o si por un segundo siquiera su pícara sonrisa perdiese su encanto ante la confesión. O demorase un momento de expresar su inmenso talento para las artes o se distrajese por un instante de captar belleza en lo cotidiano, o de demorar entrega de cariño a sus seres queridos. 

Entonces confirmó que esas dos palabras, tan cortas y sinceras, salieron de su boca pero brotaron de sus entrañas. Se reprochó muy poco por no guardar para si ese volcán. Sabia que era imposible y repitió: "Estoy enamorado".

No intentó besarla en la boca como pedían sus labios.

Al despedirse de ella precisó buscar consuelo. Le pareció encontrarlo al caminar, sin importarle el rumbo. Se detuvo. Miró a lo alto y dijo: "Nunca te perdonaré Luna Azul".

** Guillermo Piernes: Escritor. Fue periodista y diplomático. 
Pintura al óleo de Teresa Bernard


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