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Cuentos
26/09/2023 00:00
Restaurant Mar Azul
de Rainer Pimstein **
Doña Ernestina y su esposo Don Manuel frisaban los 60 años. Doña Ernestina, de muchacha, ayudaba a su madre a cocinar para los trabajadores de la Hacienda. Por 20 años vivieron en la Hacienda, donde su padre trabajaba como peón agrícola, cultivando maíz, café, aguacates, frijoles y algunas hortalizas. Otros peones eran encargados de las vacas, otros de las ovejas, otro de las gallinas, otro de los bueyes para arar la tierra. Con una buena administración, la Hacienda daba trabajo y vivienda a sus trabajadores. Se cultivaban extensos paños para la venta de los productos en la ciudad y también para la comida de todos los vivientes y animales de la Hacienda.
En las afueras de la ciudad, se estaban construyendo casas y edificios, por lo que se veían muchos trabajadores por los alrededores de las construcciones. Doña Ernestina, como una mujer de ideas, fue a hablar con los dueños de las empresas constructoras, planteándoles que ella sabia cocinar, que la dejaran poner un Restaurant para prepararles comida a los trabajadores.
Bastaron 2 llamadas telefónicas para que los directivos de las constructoras le aprobaran el proyecto. Como ella no tenia donde instalarse le asignaron la casa del cuidador de una de las empresas, que tenía suficiente espacio, porque también la habían destinado a depósito de algunos elementos de construcción.
Así doña Ernestina se instaló en aquella casa. Su marido que era carpintero, le ayudo a organizar los ambientes. Se ordenaron, dejando un espacio amplio para los mesones, otro espacio para la cocina dejando un amplio ventanal con vista al comedor, por detrás quedaron la habitación de ella y su esposo, y 2 habitaciones pequeñas que habían sido para guardar pequeñas maquinas y otros materiales; el baño quedó en toda la esquina abriendo por fuera.
A las dos habitaciones pequeñas les agrego una cama por si alguna de las servidoras se tuviera que quedar, y la otra, alquilarla a alguien que la necesitara. A un costado del ventanal habían instalado un televisor para distraer alguna espera. Como cocinera organizada decidió todos los días preparar un almuerzo, con 2 platos: de primero, uno fijo que era una buena sopa y un segundo plato; variado, y a pedido: que era carne, pollo o pescado con arroz, y un refresco.
Las mesas eran atendidas por 5 muchachas, que doña Ernestina escogía entre las más bonitas y de buenos modales, para atender lo mejor posible a los trabajadores.
A medida que los trabajadores se fueron enterando, comenzaron a llegar, unos venían a desayunar, otros a almorzar e incluso algunos a cenar; de modo que en la casa Restaurant, siempre había trabajo.
Si algún trabajador se entusiasmaba con alguna de las muchachas, doña Ernestina en forma reservada y sin mucho escándalo, para no alarmar a su marido, les alquilaba la habitación.
Su marido, como hombre observador, a pesar de las precauciones tomadas por su esposa, se dio cuenta de todo y comentando una noche con su esposa, le dijo: no me gusta que las muchachas vayan a esas habitaciones; si viene la policía, pensaran que esto es un prostíbulo, y nos pueden mandar a salir de aquí por actos inmorales.
Un día, llegó la mujer de un obrero con un gran alboroto, diciendo: una de las putas de este bar me quitó a mi esposo. Todos los fines de semana, llega bebido a casa, a altas horas de la noche, muy perfumado y sin ningún peso en los bolsillos y tenemos 3 hijos estudiantes que mantener. Uds son responsables de las mujeres que trabajan aquí y los voy a denunciar, que lo que tienen aquí es un lupanar lleno de vagabundas.
En efecto, no pasaron 15 días y llego una citación del juzgado de Policía Local, para los regentes del Restaurant ? El Mar Azul ?y para las 5 muchachas que trabajan en el.
El día del Juicio, se presentaron don Manuel, doña Ernestina y las 5 muchachas. Allí estaba la mujer denunciante y su esposo.
El Juez, adelantó; Buenos días, previo al Juicio deben Juramentar: Juran decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad?
La respuesta de todos al unisonó fue: lo juramos.
El Juez comenzó el acto preguntando: Uds. son los acusados de tener un Prostíbulo.
No señor, nosotros tenemos un Restaurant para darle comida a los obreros que están haciendo las viviendas en el sector Los Cortijos; respondió el señor Manuel.
El Juez, preguntó: Uds. venden allí bebidas alcohólicas?
No, solo se venden refrescos junto con la comida.; respondió nuevamente el señor Manuel.
El Juez continuó preguntando: Cuantos cuartos tienen Uds. en el local del Restaurant?
Solo hay 3 cuartos, uno es el que dormimos nosotros, los otros son 2 cuartos pequeños, uno lo ocupa
alguna de las muchachas cuando requiere quedarse, el otro lo alquilamos si alguien lo necesita; y no hay más cuartos.
El Juez continuó preguntando: Uds. poseen equipo de sonido?
Propiamente No, lo único que ten.emos es un televisor para ver las noticias o la novela
El Juez dijo: No me parece que ese lugar sea un prostíbulo, como afirma la demandante.
Doña Ernestina que no se aguantaba para defender a las muchachas, solicito la palabra; después que se la otorgaron, afirmó: las muchachas están contratadas para cocinar y servir las comidas, todas son mayores de edad, si ellas deciden irse a la cama con un trabajador, es decisión de ellas; nosotros, solo les alquilamos la habitación. Nosotros no las estamos empujando a ello, y lo que ellas hagan en la habitación, no nos interesa, es su privacidad y su independencia y no nos corresponde a nosotros opinar sobre sus comportamientos.
A continuación, el Juez le pidió la opinión a la demandante.
Ella respondió: Ud. Sr. Juez, cree que todas estas muchachas son unas mosquitas muertas, ellas andan bien vestidas, con esas falditas cortas, conquistando a los trabajadores y no les importa romper un hogar, para disfrutar la vida con hombres ajenos.
Luego el Juez, le pregunto al trabajador: con cuál de estas muchachas cometió Ud. ese desliz?
El trabajador respondió: con Irene.
El Juez preguntó: Irene, Ud. que tiene que decirnos?
Irene respondió: mire, Sr. Juez, nosotras trabajamos sirviendo la comida y conversamos con los trabajadores, el Sr. Daniel fue muy amable conmigo, me conto que estaba casado y que tenia 3 hijos, pero que estaba obstinado del hogar, porque no le daban cariño, que su esposa lo único que hacía era pedirle dinero. Entonces los hombres que no reciben lo que deben darles, lo buscan por fuera y yo que necesitaba alguien que me quiera, lo encontré en el Sr Daniel. Yo soy una mujer decente y nunca le he pedido dinero, si me ha hecho algunos regalos, pero es porque le ha nacido.
El Sr. Juez, dando su veredicto, afirmó: Sr. Daniel, si Ud. quiere seguir con Irene, Ud. debe divorciarse y queda con la obligación de darle a la madre de sus hijos, una pensión equivalente, para sus 3 hijos, hasta que cumplan los 18 años; sino, Ud. sabe que el matrimonio es de 2 personas y debe intentar mejorar las condiciones que le aquejan en este momento; piénselo, Ud. decide.
** Rainer Pimstein , ingeniero forestal, catedrático
Pintura Mujer cocinando, J.J. .
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