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El camino del mal - Rainer Pimstein

25/03/2024 00:00




­El camino del mal 

de Rainer Pimstein **

Un estudiante pobre, de 15 años recién cumplidos, decidió ir a probar suerte a la capital. Para ello, metió 2 mudas de ropa y 2 latas de sardinas en un morral. De dinero solo cargaba 3.000.- pesos que había guardado de la venta de su bicicleta a su mejor amigo de infancia. El dinero lo guardaba, bien asegurado por un botón, en un bolsillo interno de la chaqueta.

Después de tomarse un café bien cargado, se traslado a la carretera donde pasaban los grandes camiones que retornaban a la capital después de haber entregado la mercancía del reparto. Allí se instalo a las 6 de la mañana. Entre las 6 y las 9, habían pasado cerca de 40 camiones; por más que les había levantado el brazo, ninguno se detuvo. A las 9 y 15 , un poco decepcionado, se sentó en una piedra al lado del camino, hasta pensaba en volverse, cuando delante de él, se paró un camionero a acomodar la carga. Eran unos cajones de manzanas que este le había comprado a unos alemanes y se habían soltado por los baches del camino. 

El muchacho, se animo y le dijo: si quiere le ayudo a acomodar la carga, está bien, le dijo el conductor, preguntándole a la vez: y Ud. para donde va; voy para la capital; fue la respuesta del estudiante. Si quiere, yo lo llevo, deje el morral en la cabina y amarre 2 vueltas en cada gancho y me lanza la cuerda para este otro lado. Después de ajustar bien todos los cajones de manzanas, a los 20 minutos ya iban ambos conversando en la cabina, buscando su destino.

Era un robusto y algo viejo, camión Chevrolet, de aquellos que todavía los fabricaban para que duraran. La cabina olía a humo encerrado aunque estaba bien ventilada por unas pequeñas ventanas laterales.

¿Y, que va a hacer Ud. a la capital?, pregunto el camionero. El muchacho contesto lo que pasa es que en mi casa no hay condiciones económicas y quiero buscar trabajo por allá.

A ratos el estudiante se quedaba dormido, mientras el chofer seguía su ritmo, de repente el camión se detuvo y el estudiante despertó, el conductor le dijo: debo registrar los documentos en la alcabala que esta alla al frente. El chofer se bajo con papeles en mano; mientras el estudiante lo seguía con la mirada. El joven observo que el camionero no se metió a la oficina, sino que le dio una vuelta por detrás del local, cruzo la carretera en sentido contrario, simulando que había hecho el trámite y se volvió a montar en el camión.

Como habían entrado en confianza, el estudiante se atrevió a preguntarle al camionero: ¿porque Ud. hace que va a registrar y no registra? Veo que Ud. es observador, lo que pasa es que tengo los documentos vencidos y si los muestro, nos dejan detenidos aquí; respondió el chofer. ¿Y porque no actualiza los documentos para evitarse problemas?. El chofer le contesto: si Ud. supiera que para renovarlos, hay que dejar los recaudos en las oficinas de transito, y le dicen que vuelva en 15 días a buscar el nuevo documento, mientras tanto le dan un permiso provisorio para manejar, que también le dura 15 días; pero cuando solicita el nuevo documento, este no está listo, solo le renuevan el permiso provisorio; así lo pueden tener por meses y hasta años, buscando los documentos cada 15 días; mientras va alguien con dinero y en 2 días le dan sus documentos. ¿Y porque no paga y se ahorra todos esos problemas?, le sugirió el estudiante. A mi no me gusta pagar para que se enriquezca una cuerda de mafiosos, prefiero destinar mi dinero para mis propias cosas.

Siguiendo por la via, el conductor dijo: Ud. me ha caído bien, vamos a comer algo en ese restaurante que está lleno de autos y camiones; así se detuvo cerca de la entrada y ocuparon una mesa solitaria cerca de la puerta. Pidieron 2 sopas de pollo, que estaban muy sabrosas, cuando ya estaban terminando la sopa, el camionero le pregunto al mozo: amigo, donde están los baños; recibiendo por respuesta: están afuera por el lado izquierdo. Cuando el mozo se alejo, el camionero le dijo al estudiante: vengase, luego salió raudo del local, se monto en el camión, el estudiante sin más alternativa, hizo lo mismo.

Eran las 3 de la tarde y el tiempo estaba borrascoso; pronto el cielo se tapo y comenzó la lluvia, el motor zumbaba y el vehículo marchaba a buena velocidad, alejándose del sitio. El parabrisas se cubrió de unas manchas azulosas, mezcla de aceite, agua y polvo del camino. El chofer movía el volante con una mano, mientras con la otra jalaba un alambre que desplazaba el limpiaparabrisas. El estudiante, con afán de colaborar y hasta con un poco de miedo, le dijo: si quiere, lleve Ud. la dirección y yo le jalo el alambre. Sí, hombre, contesto el conductor.

Luego de 2 horas de lluvia, arribaron a un sitio más despejado, la carretera aparecía como una cinta larga, a distancia se leía un aviso: Peaje a 10 Km. Repentinamente el camionero torció a la derecha, internándose por un camino secundario sin asfalto. El estudiante, con su natural curiosidad, le pregunto: ¿y porque nos salimos de la carretera? Es para no pagar el peaje, que es muy caro; fue la respuesta. ¿Y Ud. no cree que el peaje sirva para recolectar dinero para mantener la misma carretera?. Lo que pasa que Ud. es muy joven para saber cómo son estas cosas: a menudo, el Estado le da la concesión por 5 años a una empresa para mantener la carretera, en un principio le dan buen mantenimiento, la ponen bonita, pintan la línea central, los cruces, los avisos de kilometraje, etc. Esto ocurre el primer año, los 4 años restantes hacen casi nada y todo ese dinero le queda a la empresa. ¿Y acaso el Estado no puede fiscalizar que se hagan los trabajos que se deben hacer?, insistió el estudiante. No se puede, porque cuando hay cambio de gobierno, ponen en el Estado a jefes de su confianza, que favorecen a las empresas afines al gobierno.
¿Entonces en este país no hay gente honrada?, Ud. cree que la mayoría son unos sinvergüenzas que viven del robo, acoto el estudiante. Le diré un secreto, yo en la capital tengo una frutería y la balanza con que peso la fruta marca 1 Kg, pero lo que se llevan son 900 gr. Así es que yo me compre este camión, también mantengo a mi familia y le presto servicio a la gente. ¿Si Ud. no se preocupa de Ud. mismo, cree que los otros se van a preocupar por Ud.? Tiene razón replico el estudiante, pero a Ud. le parece bien tener la balanza cargada, engañando a la gente humilde en cada compra? ; comento el estudiante. A mí, ni me parece, ni no me parece, muchos hacen lo que yo hago, lo que pasa es que nadie lo dice; yo se lo cuento a Ud. por su inocencia, para que no crea que en este mundo todo es transparente. ¿Pero no habrá una forma de ganarse el dinero; sin perjudicar a otro?, insistió el estudiante. Si la hay, dijo el chofer, es la mano vuelta, pero no siempre se da. Como es eso, insistió el muchacho. Es fácil, si Ud. me ayuda, yo lo ayudo; por ejemplo, Ud. me ayudo a acomodar la carga y yo con gusto, lo traslado a la capital.

Al atardecer iban llegando a destino, se observaban las chimeneas y edificios de la capital, el estudiante le dijo al conductor: en lo posible, déjeme en una plaza en. el centro de la ciudad. El chofer le contesto: espero que le vaya bien, si tiene problemas, aquí le doy una tarjeta de la Frutería, y no se olvide lo que hablamos. Lo dejare en la Plaza de la Independencia, que es lo mas céntrico. Al llegar al sitio, el estudiante, observo algunos bancos libres, donde podría pasar la noche, y afirmo: aquí estoy bien, muchas gracias. Así se despidieron con un buen apretón de manos.

** Rainer Pimstein - Ingeniero forestal e ex-catedrático
* Pintura de camión viejo - Ridex




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