"... ¿Qué hago con la vida sin ti? / No me enseñaste a olvidarte / Solo me enseñaste a quererte / Y como te quiero / sigo intentando encontrarte... ". Si hubiera escrito esta letra que completa una hermosa canción, no me estaría refiriendo a ninguna de las maravillosas mujeres que han pasado por mi vida. Me refiero a la Pasión misma.

¿Cómo? Sí, me encanta la pasión. Nací para vivir el amor intenso. Por los seres humanos, los animales, el arte, las plantas. Sin pasión, mi vida no tiene sentido.

Para mi normalidad necesito estar enamorado. Sí, se me puede acusar de estar drogado con dopamina y oxotocina, que causan euforia y bienestar durante una fase de enamoramiento, con la activación de los neurotransmisores.

Una querida amiga médica se ofreció una vez a hacer una autopsia de mi cerebro para confirmar que mi sistema límbico está hipertrofiado, es decir, mucho más grande que una nuez, como los de la mayoría de los llamados seres humanos normales. Espero que este momento se demore. Ni aunque exista algún consuelo por el pensamiento de Leonardo da Vinci: "una vida bien vivida produce una dulce muerte".

Quiero seguir mucho tiempo, apasionado. Como lo estoy, como he sido la mayor parte de mi existencia. Cuando falta la pasión falla, me siento infeliz y salgo corriendo tras ella.

De niño me enamoré de los libros de la biblioteca de mi padre y de la música que salía del altavoz de la gran radio de madera que había en la sala. Cuando salí de la adolescencia me enamoré de mi linda vecinita.

Cuando me cansé de la flagrante manipulación política y religiosa y de la prostitución de la comunidad comunicación, me enamoré de ser escritor de golf. En este deporte, el mayor oponente es uno mismo, nuestra inseguridad, nuestros miedos que necesitan ser vencidos, en medio de hermosos paisajes. Así que la pasión fue el motor para escribir mis cinco libros.

Pasión por los buenos amigos y maestros con los que me he presentado a lo largo de los años. Varios de estos amigos se han ido o se están de partida. El último abrazo duele, ¡y cómo duele!. Pero qué bien que sentí esta pasión por las amistades verdaderas, por amores intensos. Por los seres que me hicieron volar y soñar, durante años, días o por un momento, en un bar, en la cama, en la playa un domingo por la mañana. No es la duración, el cuándo, el dónde. La pasión es intensidad.

Quiero sentirme loco de pasión por los colores del cielo al atardecer, por una mujer que camine, a mi lado, junto al mar. Pasión por estar solo. Por tener una buena compañera, por la generosidad que tuvo la vida conmigo. El tiempo se lo lleva todo. Por lo tanto, la nostalgia me visita diariamente. Pero ella es la prueba que viví y no solo existí distraído con el sentido de la vida.  

Vivir apaixonado tiene, como todo, un precio. Como reza la letra de un bolero "...es preciso decir uma mentira / les diré que llegué / de un mundo raro / no conozco el dolor / que triunfé en el amor / y que nunca he llorado..."