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11/11/2024 00:00
Historia de Margarita
Rainer Pimstein **
Margarita vivió en Lonquimay, era una tierra de Comunidades y de Caciques. Allí vivían los "Pehuenches" o Señores de las Araucarias. También allí residían los Reyes de la Nación "Mapuche". Los límites de esta Nación eran el rio Bio Bio por el norte y el rio Tolten por el sur, abarcando Chile y parte de Argentina. Al norte estaban las tribus "Picunches ' y al sur las tribus "Huilliches", también emparentadas con los "Mapuches".
Cuando vinieron los Conquistadores Españoles, encontraron una fuerte oposición a sus ansias de dominio por parte de los 'Mapuches'. Hubo muchas Batallas, establecimiento de Pueblos por los Conquistadores, y luego, destrucción de ellos, por los "Mapuches". En 3 siglos hubo 28 Parlamentos, con sus respectivos Tratados. La Corona Española reconoció muchos terrenos de los "Mapuches", y les otorgo Mercedes de Dominio.
En 1810, Chile se independizo de la Corona Española. En base a la Independencia y la ocupación militar, el Estado chileno se consideraba con derecho a ocupar las tierras indígenas a pesar de que, en el ultimo Tratado entre la Nación "Mapuche" y el Estado chileno, Chile abarcaba desde el rio Copiapó hasta el rio Bio Bio. En base a la continuación de estas políticas, en 1866, el Estado chileno declaro como terrenos fiscales todos los terrenos ubicados al sur del rio Bio Bio, por lo que podían ser enajenados. Así el Estado chileno tomo posesión sobre los terrenos 'Mapuches', usurpándolos, adjudicándolos, rematándolos.
Ya en plena Republica en 1930, el presidente Carlos Ibáñez del Campo otorgo terrenos indígenas de Lonquimay, a nuevos Colonos. Cuando vino el cambio de gobierno, el nuevo presidente, Arturo Alessandri Palma, no reconoció los terrenos asignados por el presidente anterior, los declaro ilegales y en 1934, comenzó a desalojarlos. Como los colonos defendieron sus tierras, el gobierno, los desalojó por la fuerza, con carabineros y militares, quedando un saldo de 400 muertos, entre los Colonos. Esta fue la
Masacre de Ranquil.
Un añito tenía Margarita, cuando ocurrió esa matanza. Margarita decía: solo me acuerdo cuando tenía 6 años y mi madre nos mandaba a mí y a mi hermano Javi, a buscar los palos de leña que estaban reservados para el Invierno, debajo del zaguán.
Hacía mucho frio porque estaba todo nevado, además el viento 'Puelche', soplaba el frio aire cordillerano. De paisaje, se veía un gran manto de nieve, solo interrumpido, en forma dispersa, por las puntas de la copa de las Araucarias, que surgían como paraguas, entremedio de la nieve. Al fondo se levantaba majestuoso el Volcán Lonquimay.
Era una región muy rica en bosques, minas de oro. También era utilizada para el intercambio de ganado entre Chile y Argentina; aunque en ese momento estaba bloqueado por los 10 m de nieve caídos en el invierno.
Margarita recordaba: una de las cosas que más nos gustaba, era cuando llegaba la primavera y empezaban a cantar los loros.
Después, cuando venia el verano, a medida que se derretía la nieve, se iban llenando las lagunas, Icalma y Galletué, que de ellas nace, el rio Bio Bio. Cuando ya no había nieve en el patio de la casa, jugábamos a arrastrar el carro de grandes ruedas de madera, de un lado para otro. Otra de las cosas que más disfrutábamos, era cuando nos dejaban ir a cosechar piñones; primero le disparábamos piedras a los frutos de las Araucarias. Si no lográbamos tumbarlos, Javi, mi hermano, se subía por las escamas del tronco y con el hacha pequeña los desprendía de las ramas y yo, esperaba los frutos con el saco abierto abajo. Con 3 o 4 frutos, nuestra madre convertía los piñones en harina para hacer pan y con los piñones que le sobraban, nos hacia mermelada.
En pleno verano, pero aun con los suelos húmedos, nosotros y mi madre, sembrábamos en la huerta: maíz, papas, quínoa y ají.
De animales, solo teníamos 1 caballo, la vaca y 6 corderos que se mantenían encerrados en su jaula de madera. La vaca había parido en pleno invierno, y le hicieron un nido de paja en la sala de la casa, para que no se entumeciera el ternero. El caballo no tenía problemas, porque el solo llegaba y se instalaba a un costado de la cocina.
En un principio, la vaca se ponía celosa si le tocaban el ternerito, pero como este tenía una estrella en la frente, pasábamos acariciándolo como si fuera nuestro hermano pequeño, hasta que la vaca se acostumbro a nuestra presencia y se quedaba tranquila. Solo se ponía un poco arisca, cuando le íbamos a sacar la leche para el desayuno.
Nosotros dormíamos en el soberado, acompañados de Silvestre, un perro negro y peludo que nos cuidaba y acompañaba a todos lados, especialmente cuando cosechábamos los piñones o cuando mama nos mandaba por un recado donde los vecinos, ya que había que cuidarse del puma, porque cuando no encontraba ovejas perdidas, se acercaba mucho a las casas.
A los 10 años de Margarita y a los 12 de Javi, la madre los mandaba a caballo a la escuela, que quedaba cerca de la laguna Icalma. Dejaban el caballo amarrado en un sitio que pudiera comer algo de pasto y se mantenía acompañado de Silvestre, su inseparable compañero, que estaba pendiente de armar un escándalo, ante cualquier extraño que apareciera por allí.
Decía Margarita: cuando salíamos de clase, nos montábamos en el lomo del caballo, con destino a casa, pero siempre surgía la idea de parar en algún sitio. A veces parábamos a tomar agua, otras veces a recoger flores, que llegaban aplanadas entre las hojas del cuaderno, dentro del bolso escolar. Otras veces pasábamos donde el compadre Efraín, un primo de Papa que quedaba en la pasada, que era, al que siempre le preguntaban, cuando nos tardábamos mucho en llegar a casa. En otras ocasiones visitábamos a la tía Ernestina, que nos atendía con pan dulce y mate amargo.
Margarita aprendió a tejer, porque en un extremo de la sala había un telar. Después que trasquilaban las ovejas, hilaban la lana, e incluso la teñían con raíces de varias plantas, para darles el color, que podía ser: marrón, rojo, morado, blanco y negro. Cuando estaban preparados los hilos, se entramaban en el telar y pacientemente en los días invernales, se fabricaban: ponchos, chalecos, frazadas, alforjas.
Aun cuando Margarita y Javi, tenían 15 y 17 años respectivamente, así el tiempo estuviera frio, pero habían algunos rayos de sol, la madre los mandaba a trabajar en la huerta. Limpiaban mata por mata, para que crecieran libres de competencia, así crecían rápido, dominaban el espacio y no les llegaban las malezas. Margarita, había aprendido la mayoría de las labores del hogar, como cocinar, tejer, lavar la ropa, ordenar la casa, darle comida a los animales, cortar leña, hacer mandados a caballo, moler el trigo para obtener la harina para hacer el pan.
Margarita o Maihue como la llamaban sus amistades, a los 18 años, era una muchacha baja de estatura, pero con una contextura muy fuerte. Tenía mucha fuerza, pero no para causas innobles o violentas. A pesar de su fortaleza, era amistosa con los vecinos, más bien tenía una gran bondad y era capaz de cuidar un pájaro herido, hasta que se mejorara completamente.
El padre de Margarita, era representante de una de las Comunidades, para la venta o usufructo de bienes patrimoniales como las maderas, o la explotación del oro, en tierras comunitarias. Todos los representantes debían estar de acuerdo en Asamblea, junto con los Caciques que eran la autoridad para dar legalidad a los acuerdos. Uno de los aspectos más difíciles era: reunir a todas las Comunidades. Esto se complicaba porque mientras se reunían todos los representantes, aquellos que esperaban, se
aburrían y se ponían a beber aguardiente; y finalmente no se llegaba a ningún acuerdo.
A los 19 años, Margarita se enamoro de Lalo Ventura, un chofer argentino que llevaba maderas de Pino Araucaria desde Lonquimay en Chile, hasta Zapala en Argentina. Los padres y abuelos, no estuvieron de acuerdo con ese romance. Esto llevo a Margarita y su pareja, a verse en forma clandestina. Un día, el novio le propuso que se fueran a vivir juntos en Zapala, Margarita acepto, y se fueron a escondidas. Allí alquilaron una casa y vivieron felices un tiempo, hasta que el novio comenzó a alejarse más de lo normal. Margarita descubrió que tenía otros amores; lo dejo, y retorno a Lonquimay.
Dos meses se estuvo Margarita con la familia y finalmente se decidió a viajar a la capital de Chile, como lo habían hecho el 35 % de sus paisanos. En Santiago llego a la casa de una tía que trabajaba en un Restaurant y ella le propuso al dueño, para que su sobrina trabajara picando verduras y ayudando en lo que fuera necesario; el dueño aprobó. A los días la adornaron con un lindo delantal y la pusieron a atender las mesas; como atendía muy bien a los clientes, estos se sentían contentos y volvían.
Luego que pasaron 5 años de trabajar en el Restaurant, quiso probar otra alternativa y se puso a trabajar en la casa de un abogado que era diputado por las provincias de Malleco y Cautín. Allí trabajo 2 años, hasta que descubrió que el diputado le quitaba las tierras a los ?Mapuches? y se las entregaba a Colonos extranjeros de Suiza, Alemania y Francia o a chilenos del centro del país. El problema era que, a los desalojados mapuches, les ofrecía apenas 8 Ha, en los terrenos más apartados y de menor calidad, mientras a los otros colonos les asignaba 60 Ha de los mejores terrenos y con posibilidades de aumentar su superficie, por el remate de las tierras colindantes.
Por 5 años más, trabajo en varias casas de familia, donde la apreciaban mucho porque trataba con gran cariño a los niños; esto era porque en su fuero interno, quería tener un hijo, y este sentir, lo traducía en muchas atenciones para los niños y jóvenes de la casa. En los días de salida, normalmente los sábados y domingos, Margarita salía con la cara empolvada y los labios pintados, con un atractivo vestido color fucsia con bordes blancos. Luego tomaba el autobús y se reunía con una amiga en la Plaza de Armas. Allí conversaban y coqueteaban con algunos paisanos. Uno de ellos fue su novio, fue feliz con el; quedo embarazada y estaba contenta porque iba a cumplir su sueño de tener un hijo. Sin embargo, la suerte no siempre acompaña a los mejores deseos. A los 5 meses de embarazo, se puso muy mal; fue a dar al hospital y perdió el niño.
Los hijos de una de las casas donde Margarita había trabajado, se enteraron y la fueron a ver al hospital; este cumulo de emociones, la puso a llorar. Ella les conto que había pasado muchas experiencias y pellejerías en la Capital y que tenia deseos de volver donde su familia. Los jóvenes la abrazaron y le dijeron que donde se fuera, la irían a visitar. Ella les dijo que después de perder las tierras de su familia, les habían otorgado 10 Ha en la localidad de Ercilla, cuyo nombre provenía del poeta de la Conquista Alonso de Ercilla y Zuñiga, que en sus poemas resalto la inteligencia, el valor y la dignidad del pueblo mapuche.
Aquel joven de la casa de familia, se había casado y le toco trabajar en el sur de Chile, en la ciudad de Los Angeles, en plena cercanía al rio Bio Bio. Su esposa iba al mercado principal y compraba unos hongos llamados 'digueñes'' que los mapuches cosechan en las ramas de los robles, que cocinados, son un manjar para el paladar y cada vez que los comían, se acordaban de Margarita.
Un fin de semana, el joven y su esposa, decidieron tomar el tren y visitar a Margarita; al llegar a la Estación de Ercilla, descendieron del tren y comenzaron a preguntar por ella, a cuanta persona que se g conseguían por la calle, hasta que se toparon con alguien que la conocía, el les dio las indicaciones, y fueron llegando al sitio en el atardecer, solo había un inconveniente; era que tocaba atravesar un pantano para llegar a la casa de Margarita, la casa se veía a la distancia pero había el riesgo de quedar
empantanado. Mientras se solucionaba la indecisión, apareció un vecino diciendo: si van donde Margarita, síganme; de esta forma y con las ultimas luces del atardecer, llegaron a su destino.
Margarita se puso contenta y después de los abrazos y bienvenidas, dijo: les tengo una sorpresa; revisen aquel canasto que cuelga del techo. Al acercarse los jóvenes al canasto que pendía por una cuerda de una viga del techo, vieron al interior del canasto, la más bella criatura, era un niño gordito, dormido con una cara plena de satisfacción, apenas iluminado por la luz de la luna. Cuéntanos Maihue dijeron los jóvenes sorprendidos.
Tomo la palabra Margarita diciendo: desde la última vez que nos vimos, han pasado 5 años. Después que salí del hospital, me fui por una semana donde una tía que tengo en Valparaíso, porque quería conocer el mar. Al completar la semana, volví donde mis padres aquí en Ercilla. Allí estaban ellos, un poco mas viejitos, bordeando los 70 años, pero algo cansados, por la vida fuerte que les había tocado vivir; así, no podían encargarse con fundamento de la casa, la siembra y los animales, ya que estaban solitos, porque mi hermano se había ido a Chiloé, a trabajar en un barco pesquero Pero yo, con 35 años, todavía estaba joven y sabia como era todo, porque lo había aprendido de niña. Me esmere mucho, pero no era suficiente, para todo lo que había que hacer. Un día llego un paisano buscando trabajo y nos ayudo mucho con la tierra y los animales; y ese es el papa del niño, el se llama Agustín, vivimos juntos, pero no nos hemos casado; en este momento esta arreando unos animales de unos vecinos para la carnicería. Nuestro hijo, el del canasto, se llama Tomasito y en esta navidad cumplirá los 3 añitos.
Hoy han transcurrido 50 años de aquel encuentro, los jóvenes bordean los 80 años; Margarita y Agustín con 5 nietos, toman mate a las 7 de la noche como era costumbre en Lonquimay.
** Rainer Pimstein - Ingeniero forestal y castedrático
* Pintura al óleo de Alex Perez - Galeria Mirarte
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