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Mas que un abrazo - Rainer Pimstein

12/01/2025 00:00




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Mas que un abrazo

Rainer Pimstein **

A las 4 de la madrugada, dos vecinas bajaban juntas las oscuras escaleras y callejuelas del cerro, dejando los pequeños hijos al encargo de otra vecina, a veces pasando por encima de borrachos o muertos por alguna bala loca de algún enfrentamiento entre narcotraficantes.

Siempre cargaban un paraguas como arma de defensa contra algún abusador, o por si la lluvia.

Después de ½ hora, sujetándose de pasamanos, muros o entre ellas, llegan al bandejon mas ancho, de una sola vía, solo transitable por motos. Allí se acurrucaban ambas en la parte trasera de la moto de un amigo que, a media luz, haciéndole el quite a los huecos, las trasladaba hasta donde llegaban los jeeps, allí hacían cola para montarse en uno de ellos.

Los jeeps, eran como familiares, donde todos se conocían y echaban bromas, por el camino. El chofer, de alguna forma, daba a conocer que estaba armado por si algún desorden se producía. Entre las 5 ½ y las 6 iban las mujeres llegando abajo en plena ciudad. Allí debían esperar uno o dos transportes para llegar al sitio de trabajo. Ambas tomaban el mismo transporte hasta un sitio de distribución, allí esperaban cada una un transporte diferente. Cuando llegaba uno de los 2 trasportes, debían separarse y se despedían con un abrazo, que era más que un abrazo, era la esperanza de poder volver a encontrarse en la parada del jeep al fin del día, para subir juntas hasta sus ranchitos en el cerro.

Ellas trabajaban en casas o departamentos de familias pudientes, en barrios elegantes, donde patrullaba la policía; las calles eran amplias, habían parques y jardines, debían llegar a más tardar a las 8 de la mañana; porque algunas dueñas de casa las regañaban, sin saber lo que les había costado llegar hasta allí. Sin embargo, había otras que si eran comprensivas; les decían que desayunaran primero, que después le indicarían lo que había que hacer.

Normalmente trabajaban corrido, de las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Entre los trabajos diarios, les tocaba hacer las habitaciones, limpiar los baños, cocinar, lavar y poner a secar la ropa, cuidar niños, limpiar los pisos, barrer el patio, regar las matas, planchar, u otro encargo de la patrona.

Generalmente almorzaban alrededor de las 2 de la tarde, casi no tenían tiempo libre.

A las 5 pm. se retiraban para hacer el camino contrario al de ida, trataban de montarse en el transporte que hubiera; para no llegar demasiado de noche a la casa. Si el transporte estaba lleno, igual se montaban, así fuera viajando de pie. En la parada de los jeeps se metían al comercio a comprar lo más esencial, 1 paquete de espagueti, 1 Kg de harina, un pan largo de canilla, 2 latas de sardinas, ½ Kg de tomates, un trozo de zapallo, 1 Kg de papas, arroz y frijoles. También unas chupetas para los niños y una cebolla. Para no pasarse de 5 Kg de peso, por la dificultad para transportarlo después.

Aquella mujer que había terminado de hacer las compras, se sentaba en los bancos de la parada a esperar que llegara la compañera de aventuras. Podía esperar hasta un par de horas, pero era un compromiso de supervivencia, que ambas estaban dispuestas a asumir.

Después que ambas habían hecho sus compras, se montaban en el jeep que subía, por el camino iban escuchando los chistes y bromas de los pasajeros. Cuando llegaban a la parada final del jeep, se bajaban a esperar al amigo de la moto, a quien le habían avisado por teléfono, que iban subiendo. Cuando arribaron arriba, ya el amigo de la moto las estaba esperando. Las dejo al fin del camino de las motos. Ahora les tocaba el tramo más difícil y peligroso, porque debían atravesar la cancha de basquetbol, única pasada, donde siempre habían drogadictos que las detenían para pedirles dinero para comprar más estupefacientes. Ellas por seguridad, siempre les daban algo, pero no estaban dispuestas a favorecer un camino negativo, para unos jóvenes que después se transformarían en delincuentes.

A continuación, les tocaba el sector de las escaleras, sitios eriazos, casas y ranchos por ambos lados de escaleras y callejuelas; un verdadero campo de batalla o nido de ratas, donde ya habían muerto 14 niños en fuegos cruzados entre bandas narcotraficantes. Eran frecuentes los tiroteos y ya nadie podía estar tranquilo porque imperaba la violencia de las armas en mano de unos jóvenes desadaptados y nadie se atrevía a enfrentarlos. La policía tampoco subía, por lo que esta era una tierra de nadie.

Ya eran demasiados los lamentos por victimas del narcotráfico y un grupo de mujeres decidió acabar con el mal. Aunque, era mal visto, hacer justicia por sus propias manos, se hicieron reuniones secretas, entre las perjudicadas y decidieron acabar con los cabecillas de las bandas que tenían azotado al sector. Así buscaron a 2 verdugos silenciosos: cada uno, encargado de eliminar un cabecilla de las bandas rivales. Los verdugos estudiaron detenidamente los movimientos de los cabecillas, detectaron que el momento más susceptible para ellos, era cuando iban en moto en busca de la droga, y con fusiles de mira telescópica, los esperaron en un sitio estratégico y acabaron con cada uno de ellos.

La semana siguiente, las mujeres fueron a trabajar a la ciudad y se sorprendieron de ver dos cuerpos colgados de los aros de la cancha de basquetbol, con un letrero amarrado de los pies que decía ?BASTA?
                                                                                                            
** Rainer Pimstein - Ingeniero Forestal, ex catedrático universitario en Venezuela, Investigador en Tecnologías Alternativas, Admirador de Sociedades Indígenas y de la Naturaleza.
* Pintura de Patrick Bornemann



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