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12/01/2025 00:00
Familia ilegal
Rainer Pimstein **
El dueño de una camioneta iba todos los sábados al mercado popular callejero, donde llegaban los campesinos de la montaña a vender sus productos. Allí llegaba un 80 % de la población de la ciudad a comprar sus alimentos, ricos y pobres, que aprovechaban los precios menores que aquellos de los comercios de la ciudad; en parte por la filosofía del campesino de conformarse con una ganancia razonable y cumplir con el sagrado deber de producir la comida para sus hermanos de la ciudad. Era una dependencia mutua en la que ambos estaban de acuerdo. Así y todo, en cada compra, se permitía el regateo.
El señor de la camioneta iba a ofrecer sus servicios de transporte, para hacer algunos pesitos extras, a su restringido presupuesto. Siempre surgían viajes, tanto de vendedores como de compradores. Muchos se estacionaban en filas en las calles adyacentes al mercado. Mientras esperaban algún cliente, conversaban entre ellos, otros limpiaban los vehículos en el entretanto. De repente llegaba alguien preguntando: ?por cuanto me lleva para tal sitio??
Eran las 5 de la tarde, el dueño de la camioneta había hecho un solo viaje a una urbanización cercana y había cobrado treinta pesos y volvió al lugar de estacionamiento de los transportes, a la espera de otra carrera; algunos transportistas ya se habían retirado. Estando en esa espera, apareció un muchacho de 15 años diciendo: dice mi mama que por cuanto nos lleva para "El Clarin", para llevar 20 cajas de cerveza y a nosotros que somos: mi mama, Carlitos, Alberto, Samuelito, mis dos hermanas María, Lucia y yo, que me llamo Antonio. El conductor pensó: "El Clarin" está a 10 Km, la madre y las dos muchachas pueden ir en la cabina; atrás en la tolva, amarro las cajas de cerveza, y a los muchachos, les pongo una cuerda
atravesada para que se sujeten. Está bien, dígale que los Llevo por 100 pesos. Ya, voy a darle la razón, dijo el muchacho y le vengo a avisar. A los 5 minutos apareció el muchacho, diciendo: mama dijo que estaba bien, que primero busquen las cajas de cerveza y después la busquen a ella con mis hermanas y hermanitos.
Las cajas de cerveza estaban en una cantina clandestina, que les cobraba alguna cantidad por tenerles la cerveza fría. La madre que había hecho el contrato con el dueño del local, solo mandaba a buscar las cervezas a Antonio, como hijo mayor, porque la cantina era frecuentada por unos hombres rústicos, vestidos de mujer y con los labios y ojos pintados, la madre lo tenía advertido que solo buscara la cerveza y no hablara con nadie.
La madre tenía organizado su negocio de la siguiente forma: para buscar las cajas de cerveza fría en la cantina y retornar las cajas vacías, le pagaba el servicio a los muchachitos que tenían carritos de empujar o arrastrar, prestando servicio de carga a los compradores, para que no tuvieran que cargar bolsas por todas las tiendas. Los carritos eran construidos con los restos de madera de los cajones de frutas y rolineras conseguidas en los talleres mecánicos. La caja de cerveza, la tenía camuflada entre los cajones de frutas y verduras de una comadre, que había sido amiga desde los tiempos de su primer esposo. La comadre tenía la libertad de tomarse todas las cervezas que quisiera mientras vendía su mercancía.
Cuidar las cervezas era un trabajo de cuidado e inteligencia, porque la venta de cerveza estaba absolutamente prohibida en el mercado. Cada uno de los muchachitos e hijas tenían un morralito con 2 bolsillos, en uno ponían 2 botellas de cerveza, que tenían que venderla rápido para que no se
calentaran y en el otro bolsillo guardaban el dinero; la madre los aconsejaba; uno de los consejos a los improvisados vendedores, era que: antes de ofrecer la cerveza miraran bien para todos lados, de modo que no fueran a ser sorprendidos por la policía. Si esto llegaba a ocurrir, debían llegarse donde su madre que ella sabia como salir de esos embrollos.
Si la Policía aparecía, ella les decía, ellos son mis hijos, yo los estoy cuidando, ellos me ayudan a vender, ellos no están haciendo nada malo. Los policías en un principio se ponían duros y le decían: Ud. ira presa, por vender cerveza en zona prohibida, y por poner muchachos menores de edad en trabajos que no les corresponde. Yo soy una madre que vendo cerveza para sacar adelante a mis hijos, acaso Uds. no tuvieron madre que, como pudo, los saco adelante?,después de una buena discusión, unas bolsas de verdura de la comadre y un poco de dinero para cada uno, por parte de la atribulada madre, la dejaban tranquila y se retiraban.
De esta forma podían seguir trabajando hasta la hora del cierre, ya que entre los casi 300 vendedores y muchos mas compradores, el ajetreo de la compraventa, daba calor, y había motivo, para tomarse una cervecita fría. Los muchachitos cada vez que volvían por más cerveza, debían entregar el dinero a la madre y recoger las botellas prestadas. Las cajas con botellas vacías, se iban llevando poco a poco a la cantina.
El dueño de la camioneta fue con Antonio a recoger las cajas de botellas vacías, reunieron 18, mas 2 que estaban donde la comadre, completaron las 20 cajas; entre los dos las amarraron a los ganchos de la camioneta y hacia la mitad de la parte de atrás, pusieron la cuerda atravesada.
Después que todos se ubicaron en los puestos planificados, la camioneta arranco a su destino.
Por el camino, la madre comenzaba a conversarle al conductor de diferentes temas, hasta conseguir uno de interés por parte de él, uno de ellos era si el conductor podía llevarlos a la playa un fin de semana, que ellos le pagarían el viaje y la estadía.
Cuando llegaron a la casa de la familia, le dijeron al conductor: pase adelante y acéptenos un café, mientras los muchachos y muchachas descargan la camioneta. El conductor paso a la sala y tomo asiento en uno de los puestos de un gran sofá color verde un poco desteñido por el uso. Una de las hijas llego a la sala y puso música de salsa a un volumen suave. A los 5 minutos, la madre trajo 2 cafés humeantes, le entrego uno al conductor y ella se sentó en otro sofá pequeño al frente, a tomar el suyo.
Hablaban nimiedades mientras tomaban el café. Cuando los muchachos y muchachas terminaron de descargar la camioneta, la señora se acerco al conductor y le pago los 100 pesos que habían acordado. A continuación, llamo a todos los hijos e hijas y los presento uno por uno al conductor, hablando de las cualidades de cada uno empezando por Samuelito de 10 años, siguiendo por Alberto de 11 años, luego Carlitos de 12 años, luego Lucia de 13 años, posteriormente María de 14 años, para finalmente concentrarse en Antonio, diciendo que era el mayor y su mano derecha, que la apoyaba en todo, después del alejamiento de su 2º marido.
Luego la madre le dijo al conductor, tenemos una sorpresa que nos gustaría celebrarla con Ud. si no esta tan apurado. Este, que ya había entrado en confianza, les dio el consentimiento. Al instante, la madre le dijo a Antonio: muéstrale la sorpresa, al amigo. Antonio le dijo al conductor: sígame; allí se metieron hacia el fondo de la casa, dirigiéndose hacia una habitación agregada a la casa.
Al penetrar al interior Antonio llamo a Rosy, una agraciada muchacha de 14 años, que amamantaba un niño en una silla mecedora. Antonio le dijo al conductor, le presento a mi esposa y la sorpresa es nuestro hijo, que hoy está cumpliendo 3 meses y le haremos una pequeña celebración, por lo que queda desde ya invitado. Cuando salieron a la sala, la sorpresa del conductor fue que habían instalado una mesa con los 9 puestos de esa velada, incluido el conductor. En la mesa habían: 3 pollos asados, 2 fuentes de ensaladas, 2 botellas de vino y 2 baguetas de pan entorchado.
María y Lucia sirvieron amablemente todos los platos, poniendo frente a cada plato un vaso con vino, midiendo la cantidad según la edad de cada uno, menos la esposa de Antonio que estaba amamantando.
La cena estuvo muy sabrosa, donde cada uno contaba anécdotas de algo jocoso que le había ocurrido, así todos reían y disfrutaban. Cuando terminaron la cena, retiraron los platos y apartaron la mesa. Luego todos se trasladaron a la sala, le subieron el volumen al aparato de sonido y comenzaron a bailar, los muchachos bailaban con sus hermanas y la madre saco a bailar al conductor. y en un ambiente como un rompecabezas completo donde todas las piezas cuadraban unas con otras.
Asi se estuvieron hasta las 3 de la mañana. A esa hora, el conductor se doblo sobre el sofá largo, la madre busco una cobija, lo tapo, despidiéndolo hasta mañana, y se fue a su habitación.
** Rainer Pimstein - Ingeniero Forestal, ex catedrático universitario en Venezuela, Investigador en Tecnologías Alternativas, Admirador de Sociedades Indígenas y de la Naturaleza.
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