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Chiloé, escuela arriba - (Crónica) - Rainer Pimstein

08/06/2025 00:00




­Chiloé, escuela arriba

Rainer Pimstein ** 

En aquellas islas del sur de Chile, donde llueve 13 meses en el año, todos se conocen y se adaptan a su aislamiento, si la lluvia persiste se mantienen en la cocina tomando mate o realizando una artesanía como tejer una chomba, unas medias o una gorra; para el uso, trueque o para un ingreso razonable.

Cuando deja de llover, van a la pesca, atienden el ganado o cultivan la huerta de agricultura.

Las obras de la Comunidad son tarea de todos. Si llegan visitantes, varios cosechan los mariscos y atienden a las visitas con curanto y chicha, y si la fiesta se prende, todos bailan. Si llega la lancha con víveres, herramientas, bombonas de gas, vicios; todos los que estén libres, descargan la lancha para el almacén; que les tendrá los productos a todos los habitantes de la isla; no para enriquecerse, sino para prestar un servicio a todos.

Tanto es el amor al terruño, que mueven las casas de una isla a otra, con 6 parejas de bueyes, una lancha y fuerza humana.

Casi siempre hay profesiones estudiadas o aprendidas, así habrá un carpintero, un mecánico, un constructor de botes o lanchas, un leñador, pescadores que son la mayoría, bodegueros, criadores de ovejas, que hay muchos y uno que otro brujo también. Para cualquier construcción, ya sea una casa, una iglesia o una escuela; se reúnen todos y organizan la minga o ayuda social, quedando definidas las funciones de cada uno en la nueva obra.

En este caso, la población insular había aumentado lo suficiente, como para requerir una nueva escuela.

Para cumplir con este objetivo, unos indicaron que cortarían las vigas, columnas y maderas en el bosque, otros con sus carretas de bueyes, las transportarían al sitio, otros elaborarían las tablas. Cuando ya tuvieron todos los materiales, el carpintero y otros armaron la estructura. Otros fijaron las paredes. Otro grupo se encargo del techo, desde hacer las tejuelas, hasta establecer el techo. Era tal el compromiso, que; los que no ayudaban, surtieron con 2 Kg de clavos cada uno; las mujeres aportaron la comida para los trabajadores y así solidariamente, sin cobrar un peso, se termino la escuela.

Para celebrar el fin de la construcción de la escuela, se hizo una fiesta, donde todos aportaban. Primero delimitaron un patio frente a la flamante escuela, colocaron las sillas y bancos de la otra escuela por todo el perímetro, dejando el centro para bailar. Las mujeres prepararon comida para los 150 habitantes de la isla. Los hombres debían aportar el vino.
En cada banco colocaban la comida y un vaso; cada hombre aportaba 2 botellas de vino, el primer hombre comenzó a llenar de vino el vaso de cada mesa, una a una, hasta que se le acabo el vino, allí apareció un segundo hombre, que continuó en las mesas siguientes; y sucesivamente hasta que todas las mesas tuvieron vino.

Después llegaron los músicos, 2 acordeonistas, un violinista, un guitarrista y un percusionista de bombo. Como era habitual, afinaron un poco los instrumentos y comenzaron a tocar. Cuando un acordeonista se quedaba dormido, era reemplazado por otro de su familia.

La comida era el tradicional curanto confeccionado en un hueco en la tierra, donde se ponen piedras y se prende leña sobre ellas, cuando se consume la leña, se pone una base de hojas y se le agregan los mariscos, los pollos, el salchichón, las papas, las verduras y los aliños, todo se tapa y se deja por unas cuantas horas para que los componentes se cocinen al calor de las piedras. Al servirlo se acompaña de papas cocidas y un pan típico de harina de trigo y papa, más conocido como "chapalele"

Después que terminaron los agradecimientos y comentarios públicos sobre la escuela, la gente comenzó a comer la sabrosa y tradicional comida, con su respectivo vino, en notoria algarabía. Luego de terminada la cena, los músicos, se activaron y tocaron con picardía. Las parejas se animaron y se armo la gran fiesta. En horas, no paraban de bailar. Así se estuvieron, hasta la oscuridad de la noche, donde, uno a uno, se fueron retirando a sus respectivas casas, a la espera de la suerte del día siguiente.

** Rainer Pimstein - ingeniero forestal y ex-catedrático universitário
Pintura de Chiloé - crédito: encimadelaniebla.com


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