Nada más lejos de la verdad. A partir del momento en que uno se encamina a los cuarteles de invierno comienza la libertad. Es entonces cuando uno comienza a escribir de lo que se le da la gana si es que la redacción es el instrumento elegido para informar.

Ya no hay más ataduras de estilo, ningún jefe que te diga lo que tienes qué hacer, ni cómo, ni cuándo. Se acabaron esos mandamientos del quién, cuándo, cómo y dónde que regían nuestra conducta profesional en cada nota y que si no los incluíamos significaban la expulsión al infierno. Más aún, ya no tendremos que acatar una tendencia ideológica o partidista.

En esta nueva aventura ya no habrá horarios ni días de trabajo obligatorios. No tendremos que hacer guardias nocturnas ni empeñar nuestros días de fines de semana. Tampoco tendremos que abandonar el hogar en una misión informativa para la que no haya horas libres ni descanso.

Durante nuestra vida laboral también estuvimos atados a las secciones. Hay quien trabajaba en Deportes, otro en Sociedad, Sucesos, otro en Internacional, etc... Más de alguna vez alguno se habrá dicho -me gustaría cubrir esa información, pero ese no es mi campo de acción - . Nunca más. Ahora a escribir de cualquier cosa, en el momento en que uno quiera y cómo quiera.

Poner fin una profesión como la del periodismo no es el ocaso total sino una bendición, especialmente ahora cuando las redes sociales permiten que lo que uno escriba se distribuya por todas partes, especialmente a los colegas, los amigos, los familiares.

Ese es el otro aspecto feliz de esta jubilación. Lo que uno escriba no irá dirigido a un personaje desconocido, indiferente, aquel que tal vez se entere de los hechos que describimos y los olvide de inmediato. Ahora escribiremos para quienes sabemos que nos van a leer, para que al saborear cada frase se imaginarán una conversación con un colega, un hermano, un amigo.

No colegas!. Somos jubilados pero no inútiles, somos factores positivos en una sociedad que nos necesita ahora más que nunca. Tenemos toda una vida de trabajo y experiencias positivas que podemos transmitir a futuros periodistas.

Escribamos de lo que se nos ocurra y cuando sintamos esas cosquillas en los dedos frente a una computadora que nos llama a ser nosotros una vez más. Seguro que tendremos muchas cosas importantes que decir, anécdotas que contar, episodios que explicar y hasta hechos que revelar.